sábado, 17 de mayo de 2008

Historia de las exploraciones Botánicas, de la Silla de Caracas y del Naiguatá


Aimé Bonpland

Fuente: (STEYERMARK y HUBER, 1978): 16-17 “Flora del Avila”
Las primeras colecciones botánicas en las faldas meridionales del Ávila, fueron efectuadas por el jardinero alemán Bredemeyer en el año 1786, integrante de la expedición Maerter a Venezuela. Catorce años más tarde, el día 2 de enero de 1800, el barón Alexander Von Humboldt y Aimée Bonpland ascendieron, por primera vez a la cumbre del Pico Oriental de la Silla, considerada en aquella época, la elevación más alta de la Cordillera de la Costa. No es exagerado afirmar que esta histórica ascensión a la Silla por parte de Humboldt y Bonpland estimuló profundamente el comienzo de las exploraciones botánicas y fitogeográficas durante las décadas siguientes.
Así entre los naturalistas venezolanos vemos a José María Vargas (1786 – 1854) y a Fermín Toro (1807 – 1865) efectuar colecciones botánicas en las regiones del Ávila y de la Silla de Caracas; y entre los extranjeros, atraídos por los relatos científicos contenidos en las obras del barón Von Humboldt, cabe mencionar las extensas labores de Moritz, Codazzi, Otto, Linden, Karsten, Wagener, Appun, Gollmer y Fendler, todos naturalistas que visitaron nuestro país durante la primera mitad del siglo pasado. En 1872 James E. Spence, realizó una expedición científica a la Cumbre del Naiguatá y sólo durante esta primera ascensión se verificó la mayor altura de esta montaña con respecto al Pico Oriental de la Silla. Hacia fines del siglo pasado otros famosos naturalistas se dedicaron a la exploración botánica de las faldas montañosas circundantes de Caracas, entre ellos se encuentran Adolfo Ernst, Alfredo Jahn, A.F. W. Schimper y K. Gorbel.
Sin embargo, la mayoría de estas colecciones botánicas no siempre han sido efectuadas con fines netamente científicos, ya que en muchos casos se trataba de jardineros o aficionados en búsqueda de plantas exóticas para los jardines, botánicos o no de Europa; además la falta de un jardín botánico y de un herbario bien organizado en Caracas impidieron la entrega y el depósito de las especies botánicas recolectadas, bien sea vivas o secadas, para su clasificación y conservación. Sólo con la llegada al país en el año 1913, del sabio suizo–venezolano Henri Pittier, se da inicio a una actividad botánica–ecológica propiamente dicha, cuyos benéficos logros y resultados constituyen las bases de la ciencia botánica actual en Venezuela. Además de efectuar un gran número de exploraciones y recolecciones botánicas en la Cordillera de la Costa, entre los años 1913 – 1948 aproximadamente, Henri Pittier estimula decisivamente la fundación de la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales en el año 1931, la creación del Instituto y Jardín Botánico de Caracas en los años 40 y la formación de jóvenes estudiantes botánicos venezolanos.
Conjuntamente con el auge de las ciencias naturales en Venezuela, durante el presente siglo XX, aumentan también las actividades y exploraciones botánicas en las montañas del Ávila, Naiguatá y de la Silla: colecciones sistemáticas son llevadas a cabo siempre más intensamente; vienen al país científicos reconocidos como por ejemplo L.H. Bailey (1920 – 1921), A. Allart (1924), el ruso G. Woronof (1926), el padre Cornelio Volg (en los años 1920 – 1940 aprox.), Llewelyn Williams (1938 – 1940), y la agrostóloga Agnes Chase (1940). Entre los botánicos venezolanos se destacan Francisco Tamayo, Eduardo Rol, Esteban Delgado y Tobías Lasser.
A partir de los años 40 se intensifican aún más las colecciones botánicas en esta región por la llegada a Venezuela de Julian Steyermark en el año 1943, quien además, efectúa detalladas observaciones sobre las Rubiáceas de Venezuela; paralelamente la doctora Zoraida Luces de Febres emprende su estudio de las gramíneas del Distrito Federal y a partir de los años 50, Volkmar Vareschi, Leandro Aristeguieta, Mauricio Ramia y Zdravko Baruch dedican una serie de trabajos al estudio de las formaciones vegetales y de su ecología en las montañas del Ávila, de la Silla y del Pico de Naiguatá. Finalmente las más recientes colecciones botánicas provenientes del Parque Nacional “El Ávila” (decretado en el año 1958 y que abarca hoy en día toda la cadena montañosa entre El Ávila al oeste y los cerros arriba de Higuerote al este), son de Gilberto Morillo y Bruno Manara, mientras Augusto Braun está llevando a cabo desde ya hace muchos años, detalladas observaciones botánicas sobre las palmas de esta región.
Probablemente al Ávila y sus montañas vecinas pueden ser consideradas las mejor conocidas desde el punto de vista botánico dentro del territorio venezolano. Sin embargo, quedan aún vastas áreas poco o nunca exploradas, como es el caso de grandes extensiones de las vertientes septentrionales y algunas regiones difícilmente accesibles en las faldas meridionales. Por eso quisiéramos que la historia de la exploración botánica de estas montañas no terminara aquí, sino que la presente publicación estimulara y ayudara a colmar las lagunas de nuestro conocimiento acerca del mundo vegetal que nos rodea a tan poca distancia de nuestra capital.

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