martes, 3 de noviembre de 2009

El mausoleo de Knoche tuvo mejor suerte que sus momias

www.eluniversal.com Caracas, 1 de noviembre de 2009 cuerpo 4 pp. 2 por Javier Brassesco
El monumento funerario sobrevivió a saqueos, ataques e inundaciones.
Ha sobrevivido al paso del tiempo, a los saqueadores que querían descubrir el secreto de la preservación de cadáveres, a la selva que arrasó con la hacienda, al deslave de 1999 que destruyó un estado completo y el mausoleo que en 1886 creó Gottfried Knoche para honrar a sus muertos, todavía sigue en pie en medio de la montaña. Así como inyectó a los muertos un misterioso líquido embalsamador que conservaba los cuerpos momificados sin necesidad de extraer sus vísceras, de la misma manera el doctor alemán logró ingeniárselas para construir un mausoleo cuya estructura se conserva casi íntegra a pesar de la inclemencia de los elementos y la indolencia de los humanos. Knoche fue un médico alemán que en 1840, a la edad de 27 años, se radicó en La Guaira, en donde fundó el hospital San Juan de Dios y en donde se haría célebre por su lucha contra la epidemia de cólera y por atender a pacientes pobres sin cobrarles consulta. Pero la celebridad que tiene hoy, a ciento ocho años de su muerte, tiene otro origen: siempre le fascinó la idea de detener la descomposición de los cadáveres, una obsesión a la que dedicó toda su vida. Se cuenta que comenzó a experimentar con los cuerpos no reclamados de la Guerra Federal (1859-1863) y los embalsamaba en su consultorio de la calle León hasta que un jefe civil le reclamó la presencia de esos cadáveres insepultos. Entonces comenzó a subirlos en mula hasta la hacienda Bella Vista, una propiedad que había comprado en las montañas de Galipán para pasar los fines de semana y en la que al final terminó radicándose con la excusa de que su mujer no soportaba el calor húmedo de la costa. En 1883 finalizó la construcción del gigantesco mausoleo de más de seis metros de alto. Además de los cadáveres de cinco familiares, allí también terminarían los restos mortales del propio doctor, quien dejó instrucciones precisas a su enfermera Amelie Weissman para que lo momificara apenas exhalara su último aliento, cosa que ocurrió en el año 1901. A la muerte de la propia Weissman en 1926, quien también fue embalsamada por el cónsul y doctor alemán Julius Lesse, el mausoleo fue cerrado. Al monumento funerario llevaron también la momia de José Pérez, un soldado de la Federación que había sido embalsamado en 1859 y que Knoche tuvo siempre en la bibilioteca de su casa. Esa fue la última momia que albergaría el mausoleo antes de ser clausurado. Los años siguientes fueron de olvido y destrucción, y de la casa hoy sólo quedan algunas ruinas, incluido una especie de lavatorio que, según se cree, era donde el doctor colocaba los cuerpos para sacarles toda la sangre y colocarles el líquido embalsamador. El mausoleo fue saqueado una y otra vez, saqueos en los que según se dice participaron estudiantes de medicina que intentaban descubrir el secreto de Knoche. Hoy no queda ninguna de sus momias, cuyo destino final es tan misterioso como el método embalsamador del doctor alemán, y pocos rastros quedan de la hacienda Bella Vista. El mausoleo, sin embargo, se conserva casi en su totalidad, como si aquel doctor alemán se las hubiera ingeniado para colocar dentro de sus piedras el mismo misterioso líquido con el que logró salvar a los cuerpos de los estragos del tiempo.

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